miércoles, 22 de junio de 2011

mentiras y perdedores....


Alguien miente, todo el mundo miente en realidad. Y como saber quien lo hace?. Como poder saber la verdad sobre el que miente. A quien creerle?. Desearía poder leer las mentes y saber quien esta mintiendo. No puedo vivir sin saber quien no me dice la verdad, por lo menos cuando necesito saberlo.
Miento si digo que nunca menti, he mentido mucho, he dicho verdades que lastiman, he lastimado por decir mentiras. Entonces soy un hipócrita porque miento pero no permito que me mientan. Si, lo soy. Pero por favor, denme respiro.
Confio en la gente, y por hacerlo me han cagado, y cuando deje de confiar he cagado a quien no se lo merece. Me pregunto que hacer entonces.
Me mintieron mirándome a los ojos. Eso para mi es no tener escrupulos. Los ojos no mienten, y cuando te veo a los ojos  ahí encuentro la verdad. Ellos no pueden disimular la bronca, el dolor, la pena, la vergüenza, el amor. Se escuchar los ojos, puedo leer los cuerpos, ellos son los únicos que no mienten, a ellos las mentiras les hacen picar, reaccionan ante eso que no están siendo correspondidos. Desde adentro de los ojos sale con fuerza las ganas de gritar las verdad, de decir, si, fui yo!, o decir, perdóname!, o decir, yo mate a alguien!, y los ojos sudan esas ganas de no mentir. Y la piel se eriza, empieza a picar, y deseas rascarte con un alambre de puas, para abrir la piel y que brote la sangre, y en ella todas las verdades no dichas que fluyen como un virus.
Soy un pecador, hay gente que no se merece ser cagada. Pero sin embargo alguien tiene que perder, siempre. No hay juego sin perdedores. A mi los ganadores no me importan, me importa el que pierde, porque en ellos encuentro una naturaleza exitante, adrenalinica, de querer poder  ganar en la próxima mano. Entonces se preparan, buscan, viven, mientras el ganador rie en un sillón de cuero negro tomando un coñac y fumando un puro, perdiendo toda pasión por la vida. Y si en algún momento el perdedor gana, su alma se eleva, goza de placer, se hinchan las venas de su cuello por gritar de alegría, y cuando el ganador pierde, se desmorona como las cenizas de su propio cigarro, sin saber que hacer con su vida, porque ya olvido como era esforzarse por alcanzar algo.
En fin, de todos modos quizás todo lo que dije no es cierto, o quizás si. Porque a mi también me enseñaron a mentir de chiquito.

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