viernes, 3 de junio de 2011

El estupido cuento infantil de un borracho de mierda...

Cierto dia un buen hombre ya entrado en años sale a pasear a su perro por el pueblo, un lugar muy pequeño, con pocos habitantes. Como era de esperarse lo saco sin correa, por varios motivos. Primero porque el perro ya estaba grande y obedecía las ordenes de su dueño, segundo porque en un lugar muy pequeño no habría grandes chances de que pueda suceder algo trágico, tercero porque simplemente nunca había tenido correa para pasearlo.
El dia estaba agradable, un hermoso sol otoñal azotaba la tarde, y a los poco metros de salir de su casa, este buen hombre se encuentra con uno de sus amigos y comienzan las charlas interminablemente típicas de dos señores solos, que no tienen con quien compartir sus días. Totó, que asi se llamaba su perro, no se percato de ese encuentro y siguió, con su trotecito muy lento, y el hocico casi al ras del suelo identificando los familiares olores. Su amo seguía de charla con su amigo sin darse cuenta de esto, y con el aditivo verbal que puede traer la ginebra.
Totó asi, siguió su camino habitual, media cuadra mas derecho, doblo a la izquierda, (porque totó no cruzaba la calle sin la orden de su amo) llego hasta la esquina y antes de volver a doblar giro medio cuerpo en busca de Aparicio, lógicamente, su dueño. Al no encontrarlo quedo unos minutos quieto tratando de localizarlo, pero no tuvo suerte e instintivamente continuo con su recorrido, y giro nuevamente a su izquierda.
Aparicio, en ese momento se despide de su amigo y al girar tampoco lo ve a su perro, y lo llama, “totóooo!”, mientras retomaba el camino habitual del paseo, hace media cuadra, dobla a la izquierda, hace unos metros y al ver que nadie esta mirando, orina en un árbol y sigue su camino llamándolo.
           Su perro mientas tanto sigue el recorrido hasta llegar a la puerta de la casa de su amo, y por ende su casa también, pero no lo ve ahí tampoco, y como nunca había entrado solo,  vuelve a dar la vuelta en su búsqueda, tratando de que su olfato lo lleve a el.
                     Aparicio llega a su casa , no lo ve ahí y se empieza a preocupar, mira para todos lados y comienza a silbar, y nada, totó no aparecia. Quizás el alcohol no lo dejaba razonar bien, y en lugar de esperarlo salió por otra vuelta a su rescate.
                     Totó, raconocio en un árbol un olor fetido a descomposición etílica, sabia de quien era, por eso moviendo la cola, acelero un poco mas su paso. Mientras Aparicio, el boludo de Aparicio daba vueltas manzanas, “totóo”, y trataba de chasquear los dedos, pero como si el sol hubiese aumentado su borrachera, no tenia coordinación para lograrlo.
                      Asi, pasaron varias horas, aunque usted no lo crea, unos detrás del otro intentándose encontrar, pero sin éxito. Un hombre y su mejor amigo, nunca pudieron volver a verse, porque Aparicio cansado y triste y con sed de ginebra, entro en su casa a embriagarse con su propia soledad, hasta morir de pena y un paro cardiaco. Mientras que totó se acosto cerca del árbol meado por su dueño, como abrazando su ser inmundo, pero que el quería de todos modos, porque le daba todo lo que necesitaba. y esto sucede porque no sabemos esperar, porque creemos que andando y andando vamos a encontrar lo que buscamos, y  hay veces que solo es necesario parar y mirar un poco lo que sucede.
                 Hoy es solo eso…..

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