jueves, 7 de julio de 2011

receta para un rico final...

Todo tiene un fin….todo tiene un fin?. Todo debería tener final…..todo debería tener un final?. Si los finales dejan esto que siento en la garganta no quiero finales. Porque un “adiós”, aunque sea por escrito tiene el peso de una montaña. Leo un “adiós” y algo en los latidos del corazón se modifico, la saliva no podía pasar por mi garganta, no pude pestañar. Y por eso me pregunto porque todo debería tener un final.
A veces las cosas necesitan un corte definitivo para darle lugar a cosas nuevas y mejores. Si, me gusta eso, pero desde ese “adiós” hasta un nuevo “hola” hay un espacio de tiempo, lugar que hay que afrontar, que hay que transitar, y al caminarlo los pasos resuenan tan fuerte en lugares vacios que hacen eco de una gran soledad. En ese transitar todo lo malo parece ser visto como algo bueno, y las cosas buenas se recuerdan con lagrimas de tristeza, con un hueco en el pecho.
Hay que darle lugar a cosas nuevas, si, lo se, pero también hay que saber masticar el dolor, saborearlo, tragarlo y digerirlo. Hacer una sobremesa con ese plato, y en lo posible dormir una siesta para poder levantarse nuevamente con hambre, sino es como una dieta que nunca de resultado y el sobrepeso siempre va a estar y lo vamos a ver no solo en los espejos, sino en nuestras manos, en nuestros pasos lentos, en nuestras palabras, en nuestra falta de apetito.
Para saborear y distinguir los condimentos hay que  haber probados platos desabridos, hay que saber cuanto le falta de cocción, hay que haber pasado hambre y sed, que tampoco hay vino alguno que la quite.
Yo no soy un chef, para nada, pero para saber preparar un plato no siempre es necesario saber, a veces basta solo con tener ganas de aprender, en no hacer dos veces el mismo plato con la misma cantidad de sal.
Hay que andar, hay que saber escuchar, saber escucharse, hay que darle salida a los dolores para poder conocer lo nuevo sin rencores.
Un “adiós” duele, claro que duele,  pero no se si hay que darle un final, solo hay que saber digerirlo. Yo nunca me olvide de los platos exquisitos que comi en mi vida, y cuando los quise volver a comer no sabían igual de rico, pero eso no me detuvo, al contrario, hizo que mi paladar sepa esperar al próximo plato, para después poder dormir en paz, y levantarme con hambre nuevamente.

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